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CORSARIOS INGLESES NA ENSENADA DE MEREXO

Los restos del «San Pedro» reposan frente a Camariñas desde 1741
Autor: Miguel San Claudio 9/2/2014 La Voz De Galicia.

        La situación geoestratégica de Galicia, adentrándose en el costado de la más importante vía de comunicación que ha conocido la historia, la que discurre por el Atlántico Norte, ha convertido sus costas en un fértil campo de caza cada vez que en Europa se ha producido un conflicto bélico.


 
Flotas, amigas y enemigas, han procurado el control de este mar, pues su dominio supone la diferencia entre la victoria y la derrota. Las naciones comercian y se relacionan principalmente por mar. Cualquier país desarrollado se asfixiaría en poco tiempo de no contar con el tráfico marítimo; exactamente lo que llevó a la derrota de los imperios centrales durante la Primera Guerra Mundial.


Las andanzas de los submarinos durante aquella contienda, y durante la más dañina aún ocurrida menos de una generación después -y con el añadido mortífero de la aviación-, demostraron una vez más que las naciones que dominan el mar dominan la política planetaria? y ganan las guerras.

Aquello que fue cierto hace 70 años lo era ya en tiempos más remotos, y es que no hay nada más inmutable que el mar, como tampoco el uso que de él hace el hombre. Podemos cambiar la tecnología y los medios disponibles, pero lo que hacemos con él apenas ha cambiado en dos milenios. Como fuente de alimentación, como vía de comunicación o bien como arma de control político, el mar no debe apreciar gran diferencia entre nosotros y nuestros antepasados.

Su dominio tampoco entiende de cambios significativos en los medios para conseguirlo. En cualquier período histórico contemplaremos a las naciones más poderosas marítimamente hablando recurrir a ortodoxas flotas de grandes buques de guerra, y a aquellos países más débiles usar de medios más heterodoxos para socavar ese dominio e impedir el tráfico comercial del enemigo, objetivo final de cualquier estrategia naval. En la Primera y la Segunda conflagración mundial, Alemania se enfrentó en el Atlántico a la todopoderosa Royal Navy británica mediante submarinos y aeroplanos, mientras que en los tiempos de la navegación a vela florecieron los corsarios -y los piratas- en las naciones navalmente más débiles.


La pérdida de la «San Pedro»

Hoy recordamos la pérdida de un buque corsario español en la bahía de Camariñas. La San Pedro era una balandra de origen británico que había sido capturada por dos fragatas de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. El 20 de julio de 1741 esta embarcación, que se encontraba a la caza de buques en la zona
Londres, deseosa de hacerse con el control del comercio español entre las diferentes áreas de su Imperio.


Esta guerra le costó a la Gran Bretaña, surgida tras la incorporación de Escocia al Reino Unido, algunas de las derrotas más humillantes de su historia a manos de los soldados y marinos españoles -corsarios
entre ellos-, entre las que se encuentra la mayor derrota registrada nunca por la Navy, la de Cartagena de Indias, ante el gran Blas de Lezo.



Durante esa contienda se cubrieron de gloria los corsarios españoles, y entre ellos los gallegos que tenían cobijo en las numerosas rías y puertos de esta costa. Tales fueron las pérdidas inglesas que aquellos mismos que habían impulsado la guerra, los comerciantes de la City, acabaron clamando por el fin de las hostilidades.


La flota que aquel 20 de julio cruzaba frente al cabo Vilán no podía dejar escapar a uno de esos corsarios que como mosquitos estaban achicando la sangre del naciente Imperio Británico, humillando de paso a la Royal Navy, incapaz de proteger a los buques de su marina mercante.


Desde la flota se enviaron varias pinazas y barcazas que consiguieron dar fuego albuque ex británico, que se perdió aunque no totalmente pues parte de sus pertrechos pudieron ser salvados sin duda para equipar a un nuevo corsario que diera caza al comercio inglés y enriquecer al nuestro.

La historia se repite.Aproximadamente, 64 años después, en el mismo escenario, se produjo otro incidente similar. Ocurrió el 1 de junio de 1805, en una demostración de lo poco que cambian las condiciones generales en los conflicto marítimos. En aquella fecha, durante otro ataque de la Navy Británica contra dos corsarios franceses que se encontraban fondeados en la bahía de Camariñas, fueron destruidos 3
pequeños mercantes cargados con vino destinado a la flota española con base en Ferrol.

Los restos de todos estos buques como el de muchos otros -el Nuestra Señora de la Concepción se hundió ese mismo año de 1741- descansan bajo las aguas de la ría de Camariñas y Muxía, sin ser objeto del estudio y divulgación social que merecen, hasta que de una vez los gallegos tomen conciencia de su rico pasado marítimo.

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